¿Alguna vez has puesto tu atención en la forma como evalúas las cosas que te suceden? Por ejemplo, supongamos que a media mañana un compañero de trabajo te pregunta: “¿cómo va la vida?”, y tú le lanzas una letanía de quejas para describir las pocas horas que han pasado desde que abriste los ojos. No importa que le sumes dos cucharadas de azúcar al café, para efectos prácticos, la amargura ya te contagió el ánimo.
Ilustración @j.a.ovalles_art
Claro que amanecer con dolor de espalda o en medio de una crisis económica puede ser motivo para andar con los nervios de punta. Pero más allá de la situación objetiva (si es que existe tal cosa), es importante reconocer el aditivo que significa tu percepción sobre el asunto. Porque cuando esa percepción actúa como gasolina sobre los chispazos de mal humor… lo que viene es candela.
Ya imaginarás por dónde vengo: una cosa es lo que te sucede, y otra la forma como la interpretas. O como dijo el filósofo y emperador Marco Aurelio: “Si te sientes dolido por las cosas, no son estas las que te molestan, sino tu propio juico acerca de ellas. Y está en tu poder cambiar ese juicio ahora mismo”.
Fíjate que no dijo cambiar las cosas (que podrías intentarlo, pero eso no ocurrirá con solo desearlo), sino los juicios que tienes sobre ellas. Esto significa hacer el ejercicio consciente de autoobservarte y detectar la reacción automática que aflora cuando percibes algo que te desagrada. Esta emoción, que se dispara en los circuitos básicos del cerebro, puede ser modulada con la intervención de las zonas más evolucionadas. Es lo que los psicólogos llaman revaluar la situación, y es una práctica que te permite controlar mejor esas emociones.
No es cuento: la forma como interpretas lo que te sucede tiene relación directa con tu estado de ánimo.
Esto no ocurre por casualidad. Existe en nuestro cerebro la llamada corteza del cíngulo anterior (CCA) encargada, entre otras cosas, de dirigir nuestra atención y coordinar los pensamientos y emociones, así como la respuesta del cuerpo ante nuestros sentimientos. La CCA está muy bien conectada con la corteza orbitofrontal (COF, relacionada con la toma de decisiones), y juntas tienen la capacidad de modular la respuesta de la amígdala cerebral, responsable de las reacciones emocionales.
¿Demasiados tecnicismos? Lo siento, el cerebro es bien enredado, pero afortunadamente cada día los científicos lo entienden mejor.
El punto es que tenemos, por diseño, la capacidad de atenuar las explosiones emocionales y nuestro estado de ánimo, pero mejor aún, el poder de reprocesar las percepciones para sentirnos mejor
Como describe Daniel Goleman en su libro Inteligencia Social, muchos estudios señalan que al momento de revaluar nuestra percepciones se desata una cascada de mecanismos que nos ayudan a bajarle el volumen al mal humor. Y mientras más involucradas estén la CAA y la COF, mejor.
¿Tantas vueltas para decirte que si somos de capaces de revaluar la mañana en términos menos quejones y más felices, podemos estar de mejor ánimo? Sí, y además, que este proceso no es automático (como las reacciones emocionales), sino que requiere la activación consciente del mecanismo.
En otras palabras: tu mente tiene un interruptor que si aprendes a usarlo aumentará tu bienestar. Una manera de comenzar es poner atención a la forma como evalúas las cosas que te pasan.
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